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sábado, 30 de mayo de 2015

CIUDADANIA DIGITAL: EL GRAN EJEMPLO DE ESTONIA

Ciudadanía digital. 

Argentinos que miran a Estonia, la nueva meca de la innovación

Es el único país donde puede tramitarse online este tipo de acreditación para fomentar emprendimientos; el país recauda impuestos y abre puertas
Por   | Para LA NACION, Sábado 30 de mayo de 2015.
Dos semanas atrás, Carlos Miceli, un emprendedor de 28 años, posteó en su muro de Facebook una foto de su flamante credencial de "ciudadano digital" de Estonia. Muchos amigos y contactos compartieron la novedad: es la primera vez que un país otorga este beneficio a extranjeros para promover los negocios dentro de sus fronteras. Cuando subió la foto a su cuenta de Twitter, uno de los primeros en retuitearla fue el propio presidente de Estonia, Toomas Hendrik Ilves.
Miceli, que estuvo trabajando tres meses para una start up en Tallin, la hermosa capital de la república del mar Báltico, no se sorprendió por el retuit. "Muestra cómo las autoridades se toman en serio las iniciativas que tienen que ver con lo digital y con la promoción del emprendedorismo", explica a la nacion, y agrega: "Para empresarios nómades, como yo, es un esquema ideal". Hasta diciembre, Miceli vivió en Chile, donde concluyó otro negocio digital. La "e-ciudadanía" de Estonia no otorga derechos constitucionales, ni permite que los extranjeros voten, pero sí permite iniciar negocios basados allí (y pagar los impuestos, que no son altos) y acceder al centenar de servicios que el Gobierno ofrece por Internet. Miceli hizo su trámite en minutos cuando vivía en Tallin, pero los formularios se pueden llenar online y luego retirar el documento en la embajada de Estonia en cada país.
Más allá de las ventajas administrativas y económicas, la movida implica un cambio gigante en el rol de los Estados en el nuevo tablero global de los avances tecnológicos. "Significa que los Estados ya no van a tener el monopolio del cobro de impuestos sobre sus ciudadanos por el simple hecho de que ellos hayan nacido allí", dice Miceli. Para Rudi Borrmann, director de Innovación y gobierno abierto de la CABA, "todavía no se tomó real dimensión de lo que esto significa". Si bitcoin y las criptomonedas les quitaron a los países el monopolio de la creación de dinero, la ciudadanía digital da un paso más allá en otra dimensión. Estonia, con apenas 1,3 millones de habitantes propios, planea tener 25 millones de ciudadanos digitales para 2020.
En su sketch "Añoralgias", Les Luthiers cantan una "zamba catástrofe" a un pueblo del Norte azotado por todo tipo de desgracias naturales: huracanes, calores extremos, lluvias de meteoritos, mosquitos caníbales y hasta un volcán que llena sus arroyos "de lava que a veces se apaga cuando llega el tiempo de la inundación". En términos históricos, Estonia es uno de los países más sufridos del planeta: como está a medio camino entre Europa y Asia fue invadido infinidad de veces por imperios de uno y otro lado en los últimos siglos. La promoción de Internet y de las nuevas tecnologías es, de alguna manera, un escudo frente a futuros ataques y una estrategia de defensa. "Muchas personas dicen allá que Rusia los atacará y que después de Ucrania vienen ellos", cuenta Miceli, "de esta manera amplían su red de simpatía a nivel mundial", y le suben el costo a una eventual agresión de sus poderosos vecinos. De hecho, en 2007 el país sufrió un ataque dehackers rusos que "apagaron" Internet y desconectaron a Estonia del resto del mundo. La debacle provocó dos cosas: la ONU abrió allí su primera oficina de seguridad digital, y el Gobierno convocó a 100 expertos de distintos sectores que formaron una "liga de ciberdefensa".
Estonia es el país más ateo del mundo, es la cuna de Skype y de otros "unicornios", empresas digitales que superaron la valuación de los 1000 millones de dólares. Su clase gobernante es muy joven: Ilves, un ex programador que pasó su infancia exiliado con su familia en los Estados Unidos, no cumplió cuarenta. En 1992, el primer ministro de entonces, Mart Laar, asumió con apenas 32 años. Sus habitantes están orgullosos de sus lazos culturales con Escandinavia, otra región que experimenta un "milagro" de solidez económica y explosión en creatividad e innovación. En verano, ir en ferri de Tallin a Helsinki, la capital de Finlandia, equivale a realizarlo de Buenos Aires a Colonia. Cuando este cronista realizó el trayecto, hace unos quince años, durante una visita a Finlandia, en el barco se podía comprar Fernet.
Un 97% de las escuelas de Estonia tienen Internet, un 94% de los impuestos se procesan online y se puede votar con la netbook (el año pasado, Ilves lo hizo desde Macedonia). Las reuniones de gabinete se realizan sin papeles desde el año 2000 y los médicos dan sus prescripciones a través de sus celulares o tablets: nada mal para un país que hace sólo dos décadas, cuando recién salía de la órbita soviética, tenía sólo a la mitad de su población con líneas telefónicas.
Al igual que Israel, la zaga reciente de Estonia representa una lección muy valiosa para los países de América latina: con el avance exponencial de las nuevas tecnologías, el "gran salto" en materia de desarrollo ya no requiere de siglos de decantación institucional, sino que puede llegar con un "salto de rana" (leap frog) con las políticas adecuadas.
¿Podrá la Argentina alguna vez tener una política similar? Miceli lo ve difícil: "No tanto por el tema administrativo y el cepo cambiario, sino por un tema cultural: en Estonia toda la población está realmente orgullosa de su apertura. Cuando contaba que en la Argentina estaba seis meses para abrir una empresa, no me lo podían ni querían creer". La ciudadanía digital se puede sacar en 18 minutos, aseguran sus impulsores. Justamente el cepo y las trabas para comerciar desde aquí hacen que, para Miceli, sea muy tentador para los emprendedores argentinos acercarse a la propuesta del país del báltico. En el ambiente local del emprendedorismo, hay mucho entusiasmo con esta movida. "Ah, Utopía", le respondió en redes sociales el empresario Santiago Siri a Miceli cuando éste posteó su credencial de "e-ciudadano" de Estonia. Si se difunde, esta modalidad convertirá en piezas de antigüedad a las discusiones e instituciones de áreas de libre comercio basadas en un factor que puede volverse trivial: la geografía. Hay muchos que ya están alertando sobre los peligros de estos avances. "Es como pasa siempre: están los que ven las amenazas y los que valoran las posibilidades", concluye Miceli, "y al final del día, los que resaltan las amenazas siempre pierden"..

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